Páginas

viernes, 15 de marzo de 2019

Masoquismo emocional

He de admitirlo, era tentador...

Era un viernes cualquiera, hasta ahora no había sido un viernes malo, sin embargo, el cansancio me inundaba. Era curioso, el día anterior había dormido más de ocho horas, pero aún así, a cada paso, mi cuerpo se hacía cada vez más pesado; la cabeza me daba vueltas, pero no me sentía enferma; mis labios sonreían, sin embargo, por dentro tan solo había un sentimiento mohíno y desgastado

Esta sensación culminó en la eucaristía del mismo día, en el momento en el que nos ofrecieron la oportunidad de confesarnos. Nunca he creído en Dios, o en la iglesia, pero el imaginándome hablando con alguien sobre mis preocupaciones, sobre mis cagadas, que las palabras ahí presentes solo quedaran entre nosotros y que encima no tengan otra opción que perdonarme, joder... era superior a mis fuerzas

Como ya he dicho antes, no era un día malo, tampoco bueno, ¿Cómo explicarlo? Aquel día era como ver secar pintura, aburrido, extremadamente aburrido y mentalmente agotador, la tentación de acercarme y hablar de lo exhausta que estaba de todo, sencillamente me podía. Me podía el hablar sobre mis preocupaciones sin necesidad de filtros, sin necesidad de las barreras sociales que imponemos en las conversaciones y sin necesidad de ocultar que, en el fondo, me sentía como una mierda

No obstante no me levanté, me quedé ahí sentada, filosofando sobre cualquier otra cosa, rechazando la oportunidad de desahogarme, y a día de hoy no comprendo porqué lo hice, creo que en el fondo soy una masoquista emocional

No hay comentarios:

Publicar un comentario