jueves, 15 de noviembre de 2018

Despunte de madrugada



A través la ventana, plasmado a unos pocos metros sobre mi, yacía el paisaje más bello que había visto en tiempo. La paleta de colores, azules y naranjas, las nubes, difuminadas al final del paisaje, aportando una belleza seca. Las palmeras y pinos, con su naturaleza embotellada, los edificios de madrugada, la luz filtrándose por el objetivo de mi cámara

Vuelvo mi vista atrás y me encuentro con la misma clase de siempre, alumnos sitiados en los rincones del aula, absortos por el último cotilleo, bostezos que retundan entre las cuatro paredes azules de la habitación, y ¿Yo?

Me limito a observar la despreocupación general, el ser humano tiende a cubrirse con gríngolas, a mirar solo en una dirección... en otras palabras, me cabrea ser la única que valora el juego de luces que se tiende tras los cristales

A veces desearía fundirme con esa imagen, en lugar de tener que soportar el largo día que se tiende sobre mi apretada agenda, despegar, derretirme, dejar que los escasos rayos de sol se posen sobre mi piel y que el calor llene los vacíos de una mente incompleta, como es la adolescente