domingo, 31 de mayo de 2020

Miedo a las tormentas

Atrapada en un garaje, con aquella tormenta que rugía con la ferocidad del mismo infierno haciendo estremecer el suelo, me levanté

Sujetando el móvil entre mis manos temblorosas enfrenté a la lluvia y corrí hacia casa, los cascos resbalaban de mis orejas mientras la canción de suspicious minds, que me había tranquilizado hasta entonces, se desvanecía entre los rayos. Mis pantalones apenas tardaron unos segundos en empaparse y el frío amenazaba con acerme retroceder hasta aquel escondite de la calle Albuquerque

Pero no lo hice, en lugar de encogerme de miedo y ahogar los truenos con música a todo volumen como era costumbre en mí, en lugar de congelarme y llorar, sonreí

Me detuve a la vez que las gotas de lluvia resbalaban contra todo mi cuerpo sumergiendome en un baño frío, me paré en medio de la calle pero si algo puedo asegurar es que no fue por miedo

Me detuve porque una carcajada amenazaba con salir, me detuve a reírme en medio de aquel callejón mientras el sonido rugiente de la tormenta tapaba el eco que salía de mi boca

Me detuve porque fue en ese instante cuando me dí cuanta de que nada importaba

Mi miedo irracional a los truenos, mis espectativas, mi amabilidad, mi adicción al café y a fumar fuera de casa que me habían obligado a salir; mis constantes réplicas hacia mi misma o mi afición por escribir como lo hago ahora entre la lluvia

Nada importaba, lo que para mí se había convertido en una historia de superación se olvidaría junto con todo lo bueno que he hecho, lo que para mí había sido una vida dedicada a buscar la felicidad y la simpatía de otros eran mentiras cínicas para tapar mis propias inseguridades

Mis sueños rotos, mis oraciones temblorosas que se fundían con la lluvia, mis principios, mi constante búsqueda de ser la chica popular del instituto aunque viviese improvisando

Mi afán de ser la protagonista de una novela de mierda, el miedo a amar cuando temía la soledad, la bonita infancia que ahora recordaba entre lágrimas

Nada importaba, estaba tan segura de que no iba a pasar de los setenta como de nadie me recordaría, y el único motivo por el que estaba tan segura fue el mismo por el que dejó de llover

Porque todo era una bonita mierda a la que podíamos tachar de vida, porque nada era predecible y no merecía la pena vivir bajo la sombra de tus inseguridades

No merecía la pena forzar una sonrisa amable y volver a tu lectura si siempre destacarías por ser la pringada que nadie invitaba a las fiestas, no merecía la pena escribir tanto sobre el amor y la superación si era mi desprecio hacia los mismos los que me habían hecho acabar aquí. No merecía la pena pedirme perdón porque, a pesar de que la había cargado infinidad de veces, nada de esto era culpa mía

Siempre me odié por no ser la reina del instituto, por vivir por inercia o sonreír para evitar conflictos, por nunca sentirme preparada para el sexo a pesar de haber disfrutado de este, por aferrarme tanto a las personas que me brindaban amabilidad hasta el punto de derretirme por ellas y por confundir la amistad con el amor

Pero fue bajo el claro del cielo, bajo la tormenta que había tenido lugar hace unos minutos y bajo el sonido de mis carcajadas y los truenos cuando me di cuenta de que todo aquello por lo que me odiaba tampoco importaba

Era una chica más con otra vida de mierda y sueños de superación, otra chica con un afán de protagonismo y comprensión que compartía con otros cientos de miles de personas

Era una del montón y, por primera vez en años, el sentimiento de que no era especial me tranquilizaba

Fue en aquella tormenta, parada en medio de la carretera cuando me di cuenta de que, efectivamente, no era importante pero que al menos no estaba sola

jueves, 7 de mayo de 2020

En la vida aún desconozco..

No hace poco he tenido que recurrir a uno de esos textos sobre el autodescubrimiento y aprendizaje tan bonitos pero monótonos como ellos mismos

El ejemplar en particular es un escrito de  Paulo Coelho llamado "Lo que he aprendido en la vida", el cual recomiendo encarecidamente por la veracidad de gran parte de sus afirmaciones. No obstante textos y frases como las expuestas por el autor en su momento, se han convertido en lo que actualmente tachamos de cargante. Ya sea por su prolongada exposición en las redes y la capacidad de las personas para asfixiar escritos tan bellos repitiendo y parodiando estos hasta el punto de que aburren, cada vez hay menos espacio para ideas originales y, por tanto, aún menos para las propias

Y es que es más común de lo que creemos oír eso de "He aprendido a amarme a mi mismo antes que a los demás" o "He aprendido que hay quien no me merece" y su sinfín de variedades que la gente tiende a compartir al unísono en su redes sociales. No olvidemos tampoco el famoso "La vida me ha enseñado..." que no ha tardado en volverse una de mis frases más odiadas hasta la fecha

Si de una cosa estoy segura es que aprender, aprendes por ti mismo, eso seguro, pero la vida tiene cosas mejores mejores que hacer que posponer todo lo que esta conlleva para darte lecciones. Es inevitable aprender de ella y somos afortunados de tener un modelo tan severo como paciente, pero es importante pararse a recordar que somos nosotros los que giramos en torno a ella y no al revés.

La vida es una maestra inenarrable y aprenderás más de los obstáculos que ponga en tu camino antes que de ella misma.

Así que, antes de hacer una lista interminable con las cosas que he aprendido o me han enseñado, prefiero dedicar las siguientes líneas a enumerar todo aquello que todavía desconozco

A mis casi 18 y aún no he aprendido a aceptarme a mi misma, no porque este desconforme con mi actitud o mis valores, sino porque me niego a aceptar que la versión actual de alguien pueda ser la mejor. Lo dijo John Henry Schwarz en su momento con la teoría de cuerdas, que explicaba que todo estaba hecho de partículas unidimensionales que vibraban para dar forma al universo; lo mencionó Nicolás Copérnico cuando descubrió que los planetas giraban sobre si mismos y alrededor del sol y lo repitió Newton cuando enunció la Ley de gravitación universal donde nos vemos en constante atracción hacia la tierra por la inmensidad de esta

El universo está en constante movimiento y, por consiguiente, en constante cambio. Me niego a pensar que tan solo podemos aprender una cosa a la vez, me niego a creer que existe un límite para el conocimiento o fronteras para los avances. Es irresistible sucumbir a los encantos de un "Ya está" o "Es así porque sí" y dedicar el resto de nuestra agenda a no comernos la cabeza, pero, como dijo  Arthur C. Clarke:

"Lo que hoy ha empezado como ficción, mañana será terminado como reportaje"

Definir es limitar y las grandes incógnitas como el amor, el universo, la felicidad o la vida misma son conceptos tan inefables como ilimitados. Hablando de forma ideológica, aunque sea y será imposible saberlo todo, merece la pena curiosear en aquello desconocido y no dejarnos condicionar por un "Ya lo he aprendido" o "Esto ya me lo han enseñado"