viernes, 31 de julio de 2020

Sin esfuerzo no hay recompensa

Sin esfuerzo no hay recompensa

Una verdad como un templo

Sin esfuerzo no hay recompensa

Un refrán irrefutable

Me resulta fascinante como te cuesta tan poco adaptarte a la situación o entender algo tan rápido

Me decían mis conocidos

Me resulta fascinante como algo puede hacerme sentir tan mal si no me he esforzado para conseguirlo

Me digo a mi misma

Supongo que podría atribuir mi desdén a como han subido las notas de corte y con ello la dificultad de acceso a una carrera que me gusta. Podría exculparme en lo difícil que ha sido mantener el ritmo de estudio durante esta cuarentena o que me puse nerviosa durante los exámenes...

Pero estaría mintiendo

La cruda realidad es otra, nunca me importaron las notas y por consiguiente nunca me importó mi futuro. Es curioso como una persona tan obsesionada por el control puede mostrar tanta dejadez en los estudios, los cuales son esenciales para dictaminar el mañana, en especial a estas edades

Si tuviera que buscar culpables, a parte de señalarme con el dedo de forma indiscriminada, me pararía a mirar de reojo a la costumbre, a aquella odiosa filosofía de vida que entendía por día a día

Fue la costumbre la que me hizo acostumbrarme, aunque suene bastante estúpido, a aprobar sin estudiar, a salirme con la mía sin mostrar un ápice de voluntad, a las recompensas sin esfuerzo...

Durante los primeros años de secundaria me gustaba pensar que las cosas cambiarían, que por alguna clase de milagro o fuerza extraordinaria me percataria de que no estaba haciendo las cosas bien. Podría excusarme en los adjetivos, aquellos como capaz o trabajadora que mis conocidos no dudaban en pronunciar, pero aquellas palabras tan sólo me alentaban a dejarme llevar por aquella costumbre habitual que aún me persigue, a continuar pensando que me estaba esforzando aunque fuese minimamente

Mi esfuerzo no sólo era mínimo sino nulo

Quizás fue por la misma monotonía por la que comencé a centrarme más en el ámbito laboral, y quizás fue por centrarme demasiado en el ámbito laboral por lo que ahora me estoy replanteando la idea de las oposiciones

He de decir que siempre me consideré una persona competitiva, pero no tardé en darme cuenta que en los estudios nunca podría rivalizar con mis compañeros , por eso me lancé a la aventura de los trabajos o la escritura, por eso perdía tanto el tiempo, porque sabía que nunca podría ganar

Ser de las primeras en tener cierta independencia económica o ser capaz de sacar una sonrisa a mis conocidos con tan solo escribirles un par de líneas hicieron que mi desinterés por el aspecto académico pasase desentendimiento completo por los mismos

No me malinterpreteis, me encantaba aprender, lo que me disgustaba hasta el punto de resultar repulsivo era estar horas pegada a un libro aún cuando lo que había en sus páginas no me interesaba lo más mínimo

Y acabé por aprender, creerme cuando os digo que no hay lección más severa que la de aspirar a un futuro y que este se vea condicionado por tu pasado

Ahora de poco sirve lamentarse, pero el remordimiento de tener que vivir una vida construida a partir de un plan B queda para siempre. Me gustaría pensar que si me hubiera dado cuenta de todo esto antes las cosas serían distintas, pero si he sido incapaz de cambiar mi actitud durante todos estos años ha sido porque siempre he sido consciente del problema, y nunca, nunca le he puesto solución

¿Será verdad eso de que las personas no cambian?

Imagino que es un poco tarde para pensar en ello

No hay comentarios:

Publicar un comentario