domingo, 9 de mayo de 2021

Aburrimiento y tortura

 Supongo que nunca me será fácil expresar lo que siento, al menos no con palabras...

En ocasiones hay días, de esos que no son tan animados para ser considerados buenos pero tampoco tan agotadores para ser tachados de malos, en los que me siento fuera de mi misma. Es como si observase mi cuerpo desde fuera, como si una neblina rodeara mi cabeza y estrujase con fuerza cada vez que intento hacer memoria sobre lo que ha pasado 

Días en los que me siento nerviosa sin motivo aparente, como cuando te ponen en frente tu plato favorito a sabiendas de que estás lleno, como cuando te levantas tarde después de un "5 minutos más" en el que te quedas profundamente dormido hasta las tantas, desaprovechando así el día

Y, para alguien así, alguien que sabe animarse cunado está triste, consolarse cuando se siente decepcionada y calmarse cuando la rabia fluye por las venas en lugar de sangre; para alguien como yo, ese es el peor sentimiento al que enfrentarse

Quizás porque no sepa, a diferencia del resto, cómo controlarlo; o quizás porque sea de la clase que no me da las suficientes justificaciones para decir que estoy teniendo un día duro... Pero lo más probable es que sea una excusa, un mecanismo de defensa de mi cuerpo, ante la monotonía

Soy adicta a la melancolía, aunque sea algo que tanto tú como la gente que me conoce sepa de sobra, soy propensa a minar mis fallos hasta el punto de volverlos autocrítica y no introspección, es normal en mi pasar días, por no decir semanas, volcada en un mismo tema, extrayendo y devorando cada ápice de menosprecio hasta que no queda nada más que explotar

Pero también soy proclive a la alegría desenfrenada, a los sentimientos de euforia que pueden llegar a confundirse con histeria; a que, de la nada, nazca en mi un ápice de felicidad que no tarda en volverse una maraña de sonrisas y carcajadas que desaparece con la misma velocidad a la que se ha formado

Porque cuando he pasado por ambas fases, cuando me he odiado y cuando he amado, cuando mi cuerpo se satura de esas dos emociones sin freno, cada una más intensa que la anterior... cuando eso ocurre, tan solo queda ese sentimiento

Ese odioso nerviosismo, esa inquietud que no me da ni felicidad ni tristeza, ese temblor acelerado que nubla mis pensamientos y que tan solo me permite vislumbrarle a él mismo. Ese sentimiento que tantos otros conocen como aburrimiento o monotonía, pero yo apodo como tortura

Es probable que ese sea el motivo por el que, en ocasiones estoy tan activa aunque parezca agotada; porque, antes de lidiar con algo que no puedo controlar, prefiero satisfacerme momentáneamente con cualquier otra cosa, distrayendo así mi mente de esa nube tóxica de la que es tan difícil escapar

Quizás sea por eso por lo que busco la calma en uno de mis tantos cigarrillos, quizás sea ese el motivo por el que bebo poco en soledad o demasiado en compañía; quizás sea la causa de mi espontaneidad o de que, en una misma conversación, mezcle tantas historias como me sean posibles hasta volverlas un cóctel imposible de comprender

Quizás sea por eso por los que buscaba, varias veces a la semana, compañía entre los brazos de algún desconocido. Porque, a diferencia del horrible sabor del alcohol, de los dolores de cabeza que me producía hablar del tema o el picor de garganta y mareos causados por el tabaco, el sexo era fácil

Era un alivio instantáneo, un placebo ante una enfermedad terminal,  una tirita ante una quemadura, era una buena dosis de endorfinas y autoestima que, momentáneamente, bloqueaban aquel sentimiento y me permitían respirar

Y eso era lo que más me gustaba, algo simple, asequible, rápido y placentero; algo que no tenía efectos secundarios, algo que me permitía volver a la rutina de desprecio y euforia a la que estaba acostumbrada

Pero claro, entonces apareciste tú

Nunca me ha gustado compartir lo que siento, al menos no de forma oral, la incompetencia y desgano con la que me expreso al hablar dejan mucho que desear a la sinceridad y plenitud con la que lo hago de forma escrita

Pero desde que llegaste a mi vida rara es la ocasión en la que no tengo este sentimiento, quizás porque no tengo la fuerza para criticarme de la forma en la que solía hacerlo pues el simple hecho de estar a tu lado origina en mi una sonrisa impenitente; o quizás porque la tristeza que me genera darte un último beso me impida sentir esa alegría extrema que me definía

No me malinterpretes, este sentimiento, el mismo que me ha acompañado hoy y otras tantas veces antes de conocerte no se debe a ti, como ya he dicho es algo que cargo conmigo desde que tengo memoria

Pero el desahogo, el método meramente carnal y sin afecto con el que solía lidiar con este trastorno, entra en contradicción con el hecho que te amo

Porque no me es posible ser tan egoísta para utilizarte de ese modo y, aunque mi corazón se siente aliviado porque el hecho de que sea incapaz confirma mis sentimientos por ti, mi cabeza, aturdida por el nerviosismo exacerbado, me pide a gritos ese alivio momentáneo

Supongo que eso es algo con lo que tendré que aprender a lidiar, porque me niego que ese acto que compartimos, que ese encuentro en el que me abro para ti y tu para mi se limite a aquello que tantas veces practiqué con extraños. Porque soy reacia a que esas reuniones bajo las sábanas, aquellas donde me entrego a ti y no al placer, se vuelvan mero sexo

Porque te quiero demasiado para utilizarte de ese modo

Y ese es el mismo motivo por el que estoy segura de que no tardaré en encontrarle una solución

Por mí y principalmente, y más importante, por tí

Porque, en efecto, te amo tanto como solo mi corazón sabe pronunciar

No hay comentarios:

Publicar un comentario